Breve historia de la Masonería en España
Llegada de la francmasonería moderna a España
Contrariamente a lo que ocurre en gran parte de Europa, la francmasonería moderna durante el siglo XVIII tuvo en España muy escasa -por no decir nula- vigencia. Y la razón es muy sencilla, pues tanto la Inquisición desde 1738, como la autoridad real desde 1751, prohibieron y condenaron la masonería, y no permitieron su desarrollo en España. La conclusión a la que se llega después de un estudio crítico es que la masonería no existió de una forma orgánica en la España del siglo XVIII.
Más que de una existencia organizada y continua de la masonería en la España del siglo XVIII hay que hablar de la presencia esporádica de algunas logias; o del paso de algunos masones extranjeros que no escaparon a la vigilancia y control de la Inquisición.
La primera Logia de la que se tiene noticia cierta en España fue la fundada, el 15 de febrero de 1728, por el duque de Wharton, a la sazón primer Gran Maestre del Gran Oriente de Francia, y un reducido grupo de ingleses que en aquellas fechas se encontraban en Madrid. En algunos documentos figura como Las Tres Flores de Lys, que era el nombre del hotel francés, situado en la calle ancha de San Bernardo donde se constituyó la logia. También es conocida como la Matritense, pues fue deseo de sus fundadores que se registrara con el nombre de logia de Madrid. Las noticias de esta Logia, integrada únicamente por ingleses, se pierden ya al año siguiente de su fundación.
Warthon
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La Inquisición española
La introducción de las Logias en España se producía justo cuando la Inquisición ya había iniciado una decadencia, que le llevaría a la definitiva extinción en el siglo XIX.
La política reformista de los Borbones no sólo desplazó a la Inquisición, en cuanto institución, de los círculos influyentes del poder, sino también a ciertos grupos sociales (amplios sectores del clero y numerosos títulos nobiliarios) que, de acuerdo con sus intereses, defendían unas formas políticas caducas y unas ideas religiosas integristas. Tales grupos se introdujeron como oficiales (por lo general, a título honorífico) en la Inquisición utilizando sus estructuras, que aún estaban vigentes, para oponerse a la política ilustrada. Por ello, cuando en 1789, estallaba la Revolución Francesa, tales sectores sociales tuvieron suficientes argumentos para atacar ante el monarca los programas ilustrados de sus antepasados, cuyas ideas habían llevado al caos a la nación vecina.
La invasión de Napoleón y los primeros intentos constitucionales en España sirvieron para definir con más precisión las características y aspiraciones de estos sectores. Además de la defensa de la Inquisición y del catolicismo integrista que practicaban, ahora añadieron (frente a los ideales de la incipiente burguesía) la defensa del absolutismo en política y el carácter nacionalista (frente a los afrancesados) con el que presentaron sus ideales. Cuando Fernando VII restauró el absolutismo (1814), tales grupos no dudaron en apoyarlo y ponerse a su servicio. La hora de la Inquisición y de todos aquellos que la apoyaban había llegado. El Santo Oficio no reducía su campo de acción solamente a lo religioso (perseguir herejes), sino también a lo político. Esta evolución conlleva, asimismo, la distinción de dos períodos en la persecución a la Masonería.
El primer período comprende desde 1738, fecha en la que fue condenada la Masonería por la Santa Sede y en la que se mandó a la Inquisición que la persiguiera, hasta 1789. Durante esta etapa, dominan los aspectos religiosos sobre los políticos en la persecución a la Masonería, según se desprende de los procesos inquisitoriales.
El segundo período se extiende entre 1768 y 1820, fecha de la supresión definitiva de la Inquisición, en el que la Revolución Francesa y sus repercusiones en España hicieron que hubiera una identificación del fenómeno revolucionario y de su ideología con la Masonería, por lo que se comprende fácilmente el predominio de los aspectos políticos sobre los religiosos que guiaron a la Inquisición en su persecución a la Masonería.
Pero los afrancesados no fueron los únicos de ser acusados de masones, también se incluyó en tal categoría a los liberales, tras la restauración del absolutismo por Fernando VII (1814). No parece que los diputados gaditanos pertenecieran a la Masonería durante el tiempo en que duraron las Cortes de 1812; sin embargo, la Inquisición así los consideró como demuestran las listas que realizó tras su restauración, en 1814, en las que aparecen inscritos gran parte de ellos.
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Masonería Bonapartista
A raíz de la invasión francesa se constata en España la implantación de una masonería llamada bonapartista, una masonería oficialista que viene a ser una especie de instrumento político-ideológico en manos de las tropas francesas tras su invasión de 1808.
Esta masonería es doble. Por una parte la integrada por las logias llamadas tradicionalmente de afrancesados, y cuyos principales núcleos fueron las madrileñas logias de Beneficencia de Josefina, Santa Julia, San José, Napoleón el grande, Filadelfos y Estrella de Napoleón, que constituyeron su propia Gran Logia Nacional de España. Por otra, una serie de logias más propiamente bonapartistas por cuanto dependían directamente del Gran Oriente de Francia se encontraban no solamente en Madrid, sino en Barcelona, Figueras, Gerona, San Sebastián, Vitoria, Santoña, Zaragoza, Cádiz, Santander, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla y Talavera de la Reina. La composición de ambos grupos es distinta. Pues en el primero la mayoría de los que la integran son españoles, en tanto que en segundo --salvo muy raras excepciones-- sus integrantes son en su casi totalidad franceses.
Esta masonería bonapartista en España tiene gran importancia, pues se trata por primera vez en nuestro país de la implantación de la masonería de una forma sistemática y en condiciones favorables, sin interferencias ni prohibiciones, bien sea del Gobierno o de la Inquisición. El hecho de que el propio rey José Bonaparte la favoreciera y ostentara el cargo de Gran Maestre explica cierta afluencia de españoles más ligados con el gobierno del rey "intruso". Las logias dependientes del Gran Oriente de Francia desaparecieron prácticamente al marchar los franceses.
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La Francmasonería durante el reinado de Fernando VII
La represión de la masonería en el reinado de Fernando VII es en realidad común a la sufrida por los afrancesados y liberales, tildados en muchas ocasiones de forma indiscriminada de masones. Durante la reacción fernandina el masonismo se identifica con el liberalismo. No deja de ser llamativo el hecho --señalado por José Antonio Ferrer Benimeli-- de que «si bien las noticias directas de la masonería no son muy abundantes durante el reinado de Fernando VII, no se puede decir lo mismo de las indirectas, proporcionadas tanto por la policía como por la Inquisición al servicio del rey Fernando VII». Noticias indirectas, completamente confusas, en las que destaca por encima de todo la voluntad de represión de cuantas personas o grupos participaron con fines más o menos reformadores o liberales en la revolución española. Decir «Francmasón», tal como se advierten en la publicística antimasónica de la época, es sinónimo de maldad, personificada por una sociedad o «especie de cofradía de hombres de todas naciones y lenguas reunidos con el 'santo' fin de destruir todo gobierno y toda religión», y a la que, por consiguiente, había que extirpar (Diccionario razonado manual).
Fernando VII
Con la muerte de Fernando VII en 1833 parece ser que aflojó algún tanto la persecución de la masonería, sin que ésta dejara de ser, sin embargo, una sociedad secreta, y por lo tanto, oficialmente prohibida. En este sentido, el 26 de abril de 1834, la Reina Gobernadora, dio en Aranjuez un Real Decreto amnistiando a los masones y facultándoles el acceso a los cargos públicos, condenando, sin embargo, a quienes siguieran perteneciendo a sectas secretas después de esa fecha. A partir de este momento la masonería en España, entra en franca decadencia.
De hecho, tras esta aparente amnistía, se siguió una política de persecución y prohibición que hizo muy difícil la vida masónica en España. Razón por la que la única tentativa que se conoce de reorganización de la masonería española se hizo desde el extranjero, a partir de 1838, cuando Pedro de Lázaro y Martín, simbólico Padilla, funda en Lisboa un Grande Oriente Nacional de España, del que se conocen al menos tres logias de su dependencia, en Granada, Barcelona y Bilbao, así como un intento de abrir otra en Vitoria.
A partir de este momento empieza un período confuso sobre el que ni siquiera las propias historias masónicas se ponen de acuerdo y sobre el que existe muy poca documentación, si bien hay constancia de la existencia de una serie de logias, especialmente en Barcelona, Cádiz y Gijón. La mayor parte de ellas dependían de obediencias masónicas extranjeras, como las logias San Juan de España y La Sagesse, de Barcelona, y Los Amigos de la Naturaleza y la Humanidad de Gijón auspiciadas por el Grande Oriente de Francia; La Verdadera Iniciación, de Barcelona, por el Grande Oriente de Uruguay; El Faro del Progreso de Barcelona, por el Grande Oriente Lusitano; y la Moralidad y Filantropía de Cádiz, por la Gran Logia Unida de Inglaterra.
De estas se hizo la más famosa la San Juan de España, de Gracia (Barcelona), pues fue denunciada a la policía siendo sorprendida el 18 de abril de 1853. Todos sus miembros fueron presos y posteriormente juzgados. Considerando que la logia de Gracia era una Sociedad Secreta no autorizada por las leyes españolas, fueron condenados, el Venerable de la logia a siete años de prisión mayor, y los once restantes a cuatro años de igual prisión. Todos los condenados serían indultados algún tiempo después por la reina Isabel II.
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El Resurgir de la Masonería Española
El año 1868 es una fecha clave en la historia de la masonería española, pues tras la revolución de septiembre y la caída y expulsión de los Borbones, se alcanzan una serie de libertades, como la de reunión y expresión que llevaron a una profunda transformación social. La masonería española cesó de ser perseguida, lo que permitió un florecer y resurgimiento de la misma después de tantos años de represión policial y trabas gubernamentales.
Sin embargo al organizarse la masonería española inmediatamente se manifestaron los protagonismos personales y la falta de unidad, constituyéndose muy pronto, al menos, cinco grupos u obediencias distintas; a saber: el formado por las logias que dependían del Grande Oriente Lusitano Unido; el de los masones que se agruparon en torno a Ramón Mª Calatrava como Gran Maestre del titulado Grande Oriente Nacional de España; el compuesto por aquellos masones que quisieron organizar la masonería sobre bases más democráticas y racionales, y que fundaron un Gran Oriente de España, eligiendo para Gran Maestre al acaudalado comerciante Carlos C. Magnan y Clark. En Sevilla, pocos años después, se agruparon algunas logias antes dependientes de Lisboa, constituyendo una Gran Logia Independiente Española. Mientras tanto en Barcelona se intentaba la unión de las logias de Cataluña creando un cuerpo intermedio intitulado Gran Capítulo Catalán.
En otras partes se formaron pequeños grupos disidentes o independientes y se resucitaron algunas logias francesas en Gijón, Barcelona y Cartagena, que tras depender del Grande Oriente de Francia se fueron integrando en las diversas obediencias españolas.
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En los albores del siglo XX
Tras la crisis masónica finisecular, con el comienzo del siglo XX, en 1900, puede decirse que las únicas organizaciones masónicas formales que había en España eran el Grande Oriente Español, con su sede en Madrid, y la Gran Logia Regional Catalana Balear, con sede en Barcelona, habiendo desaparecido o dejado de existir todas las demás. Entre ambas masonerías se estableció, en 1903, un pacto de amistad y mutuo reconocimiento por el que la Gran Logia Regional Catalana Balear, que estaba en aquellos tiempos en amistosas relaciones con 42 potencias masónicas del extranjero, consentía en transmitir estas relaciones al Grande Oriente Español. Por su parte el Grande Oriente Español reconocía la absoluta autonomía de la Gran Logia Regional para que actuara en los territorios de Cataluña y las Islas Baleares, sin que el Gran Oriente tuviera la menor ingerencia en esos lugares.
Este pacto fue cumplido estrictamente por ambas partes hasta la muerte de Morayta en 1917 cuando el Grande Oriente Español constituyó logias en Barcelona rompiendo las cláusulas del pacto. Como reacción la Gran Logia Regional Catalana Balear, en 1920, extendió su jurisdicción a todo el territorio de España y asumió el título de Gran Logia Española, integrada a partir de 1921 en la Asociación Masónica Internacional de Ginebra.
A partir de este momento y hasta la guerra civil de 1936 las dos únicas obediencias de importancia en España serán el Grande Oriente Español, y la Gran Logia Española, de la que posteriormente se separarían algunas logias disidentes constituyendo la Gran Logia Unida, que apenas tuvo importancia, y que, en 1931, estaba integrada por tan sólo once logias.
También hubo, desde Barcelona un breve y fallido intento de resucitar el Grande Oriente de España, y en Canarias, en la línea de la reforma autonómica iniciada por el GOE se constituyó, en 1922, una Gran Logia de Canarias, que acabaría, en 1926, auspiciándose a la Gran Logia Española.
La reforma autonómica de 1923 coincidió con la implantación de la Dictadura de Primo de Rivera y un difícil período de persecuciones gubernativas que pusieron al GOE ante una compleja situación legal, siendo encarcelados numerosos masones en diversas ocasiones, incluido el Gran Maestre y demás altas jerarquías de la Orden. Debido a esta situación decidieron suprimir el Boletín Oficial del GOE que dejó de publicarse durante cuatro años. Hasta 1928 no se reanudó su publicación.
A partir de 1930, con la caída de la dictadura, se inicia un nuevo período de euforia masónica que culminará en 1933 para luego iniciar cierta recesión, más apreciable en el número de miembros que en el de logias, debida en gran medida a las campañas de la CEDA y de Falange Española en contra de la masonería.
Aliados Fascistas
Con la sublevación militar de Franco, la masonería fue aniquilada en la llamada zona nacional, refugiándose los masones supervivientes en el territorio republicano o en el extranjero. Como la masonería se adhirió desde el primer momento de la guerra a la República Española, se vio obligada a seguir la suerte de ésta. Una de las últimas noticias, fechada el 1.° de marzo de 1939 cierra con su elocuencia dramática, el ciclo de la guerra. Se trata del salvoconducto dirigido a todos los Talleres y masones regulares esparcidos por la superficie de la tierra, en el que se decía lo siguiente:
SABED: Que en el día de la fecha y en atención a las causas que justifican el estado presente de la España liberal, perseguida por el triunfo de las fuerzas enemigas, la Francmasonería Española se ve obligada a abandonar su país, y espera que todos prestéis la ayuda moral y material a vuestros Hermanos que, en el exilio forzoso, no dudan recibir de vosotros.
Esta "plancha de viaje", como se lee en el documento en cuestión, está firmada por las dos obediencias existentes entonces en España: el Gran Oriente Español, y la Gran Logia Española. Un año después, el 1.° de marzo de 1940, con la promulgación de la Ley de Represión de masonería y comunismo se iniciaba otra etapa: la del total exterminio de la masonería por parte de los vencedores.
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El retorno de la Democracia
Tras la muerte de Franco se sucedieron los intentos por reconstruir la masonería, prohibida desde 1937. Los contactos realizados con los antiguos francmasones republicanos dieron un resultado negativo. El 90%, desengañados, se desentendieron de la organización en la que habían sido iniciados en su lejana juventud.
A finales de 1976, se dieron los primeros pasos para legalizar el Gran Oriente de España, a pesar de la reticencias del entonces Ministro del Interior, Martín Villa, quien denegó en varias ocasiones la constitución de Grandes Logias.
Martín villa
El Gran Oriente de España, por fin legalizado, encontró fuerte controversia con la Gran Logia Simbólica Española (GLSE), obediencia mixta de corte liberal fundada en 1980. El Gran Oriente de España terminó siendo una obediencia vacía, cuyas siglas acabaron siendo objeto de transacción entre sus "propietarios" y la conservadora Gran Logia de España y mantenidas exclusivamente a efectos de reivindicación patrimonial.
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La implantación de la masonería conservadora
Dentro de las distintas corrientes masónicas mundiales, se denomina masonería conservadora a aquella que mantiene vínculos de unión o reconocimiento con la Gran Logia Unida de Inglaterra y que, a diferencia de la masonería francesa, liberal y adogmática, mantiene criterios de regularidad basados en la exigencia a sus miembros de la creencia en Dios, la negación de la iniciación masónica femenina o el tratamiento de cuestiones políticas en sus Logias.
Luis Salat Gussils puede ser considerado como el causante de la implantación de la masonería conservadora en nuestro país. Iniciado en 1935 en la Logia Hermes del Gran Oriente de España, Salat huyó a Francia en los primeros días de la guerra civil y posteriormente a Latinoamérica. Colaboró con el gobierno de EEUU en el esfuerzo bélico durante la II Guerra Mundial, organizando el suministro de caucho desde Manaos (Brasil). Luego pasó a Venezuela, Colombia y Méjico, frecuentando logias.
A finales de los sesenta, Salat entró en contacto con un militar norteamericano de guarnición en Alemania y Gran Maestro de la Logia Continental de Alemania. Este oficial, que contaba con la confianza de la masonería anglosajona, mantenía lazos de extrema cordialidad con J. Roux, dirigente de la Gran Logia Nacional de Francia. A través de Roux, la masonería inglesa dio autorización para que la Gran Logia Nacional Francesa, su sucursal francesa, abriera logias en Occitania, compuestas por españoles. Cuando estas alcanzaran el número y los fondos suficientes como para independizarse, podrían constituir una obediencia bajo su reconocimiento. Ésta se creó oficialmente en 1981. Había nacido la Gran Logia de España (GLE).
Salat promulgó inicialmente una constitución masónica excepcionalmente personalista y rígida. Esgrimió como excusa para sacrificar los niveles de democracia interna el logro de la homogeneización que permitiera el reconocimiento internacional y aseguró que, tras obtenerse, democratizaría los estatutos. Cuando llegó este momento, Salat se negó a hacerlo. La caja de los truenos quedó destapada. En 1988 fueron suspendidos de derechos 35 de los más antiguos miembros de la GLE, el "Gran Consejo" quedó desarticulado e inoperante.
Tras unos años de incertidumbre y conflictos internos, incluyendo denuncias por el uso indebido de los fondos o la expulsión de alguno de sus Grandes Maestros, la GLE no ha conseguido ni la estabilidad en el ámbito interno ni la coherencia suficiente como para convertirse en una Obediencia aglutinadora de la masonería española. En este contexto, de forma creciente se ha producido la irrupción en el panorama masónico español de Logias y Obediencias directamente vinculadas o apoyadas por distintas Obediencias, por lo general de corte liberal, haciendo el escenario masónico de nuestro país, cada vez más semejante al de los países de nuestro entorno.
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La reimplantación de la masonería liberal
El Gran Oriente de Francia.
Hacia los años 1990, algunas de las más importantes Logias españolas habían quedado trabajando de forma independiente a lo largo de toda la geografía, cobrando fuerza entre ellas el convencimiento de que la masonería española posterior al franquismo había equivocado absolutamente su curso y comenzando a repensar su posicionamiento en el marco de la masonería mundial y europea.
En este contexto, la Logia Blasco Ibañez de Valencia, fundada en 1933, fue la primera en iniciar sus contactos con el Gran Oriente de Francia, para concluir en el año 2001 entrando a formar parte de esta Obediencia. Posteriormente serían las Logias Constante Alona de Alicante, Luz Atlántica de Las Palmas, W.A. Mozart en Madrid y Rosario de Acuña en Gijón quienes siguieran sus pasos configurando el grupo inicial de las Logias españolas del Gran Oriente de Francia. A partir de entonces, comienza un panorama nuevo que ha culminado con el reestablecimiento de la masonería liberal y adogmática en España, que entronca con la tradición del Gran Oriente de España, pero que forma parte ahora de una realidad más europeísta y universalista.
¿QUÉ ES PARA NOSOTROS LA MASONERIA?
Para nosotros miembros del Gran Oriente de Francia (GOdF), nuestras Constituciones y Reglamentos, son los que nos marcan la pauta de lo que entendemos por masonería, y son a su vez los instrumentos y consideraciones que dejan claras las diferencias con otras organizaciones masónicas, en tanto que nos indican que estamos ante una Obediencia que considera:
La Francmasonería, es una institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresiva, tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la moralidad y la práctica de la solidaridad.
Trabaja por la mejora material y moral, por la perfección intelectual y social de la humanidad.
Tiene por principios la tolerancia mutua, el respeto para con los otros y para consigo mismo y , la Libertad absoluta de Conciencia (1).
Considera las concepciones metafísicas como dominio exclusivo de la apreciación individual de sus miembros, por tanto rechaza toda afirmación dogmática y tiene por divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad. (2)
- La Francmasonería ni es deísta, ni atea, ni siquiera positivista. En tanto que como institución afirma y practica la solidaridad humana, es ajena a cualquier dogma y a cualquier credo religioso. Tiene por único principio el respeto absoluto de la Libertad de Conciencia..
- La Francmasonería en sus Reglamentos, abre ampliamente las puertas de sus templos a todas opiniones y a todas las concepciones filosóficas, morales o sociales, y está en contra de cualquier clasificación de los francmasones en categorías de intereses, de opiniones o doctrinas, considerando que esto atenta contra los principios, y contra la Constitución y las tradiciones de la Orden.
TEXTO:
http://www.luzatlantica.org
Respetable Logia Luz Atlántica 1565